Llevo en Atlanta casi 9 años y todavía hay gente que me hablan de los bizcochos de mi Madre. He tenido muchos nombres en mi vida: Jorge, George, Jorge Alberto (uy de mí si escuchaba ese), Cheech, Giogio, Gio y en la última década, JD. Ahora hubo un nombre por el cual me conocieron en muchos trabajos cuando estaba en Puerto Rico: el muchacho de los bizcochos.
Aunque he aprendido a hacer algunos de los bizcochos de Mama con un nivel de éxito inferior, pero al menos respetable, la de los bizcochos siempre fue mi Madre. La cantidad de cumpleaños, bodas, quinceañeros, fiestas, reuniones y festividades que contaban con un bizcocho de Marietta fácilmente raya en los cientos y posiblemente en los miles. A menudo yo le decía a Mama que hiciera cierta cantidad de bizcochos que yo se los vendía en la oficina, así volviéndome en distribuidor oficial de Marietta’s Sweets aparte de mis labores como redactor creativo en publicidad y relaciones públicas. Esto quiere decir que a menudo tenía que hablar con un supervisor o alguien de recursos humanos para que estuvieran bien con esas actividades ya que no me quería quedar con los bizcochos y sin la soga ni la cabra. Nunca tuve un pero. Al revés, me lo agradecían y me preguntaban para cuándo pudiese traer bizcochos.
Para la celebración de los cumpleaños del mes a menudo traía uno o dos (o hasta tres) bizcochos de Mama. En otras oficinas tenía una parte de mi escritorio dedicada al almacenamiento de bizcochos. De promotor, siempre hablaba confiado porque no sólo conocía a la chef, sino que tenía la dicha de probar los bizcochos desde las paletas de cuando estaba lista la mezcla hasta literalmente minutos salido del horno.
En más de una ocasión me preguntaban que si me preocupaba que en el trabajo no me tomarían en serio por vender bizcochos o si me afectaría. Contestaba que siempre cumpliría con todo lo que se me pediría porque una cosa no tiene que ver con la otra. Además, es mi Madre y por ella lo que fuera y más esto, que le traía felicidad a ella y a toda persona que se llevara un pedazo de sus bizcochos. Así fue en cuatro oficinas que trabajé. Con días dedicados a traer bizcochos o con un bizcocho o una bolsa de bizcochos en mi escritorio, listo para vender, aunque siempre cumpliendo con mis labores. Ella siempre le llenaba el corazón saber que sus bizcochos eran un hit y que la gente a menudo no se conformaba con un pedazo.
Hoy por hoy, aunque ya no vendo bizcochos siguen vivos en mis cuentos. Mrs. Fawn es de mis personajes favoritos para escribir porque es inspirada por mi madre. Aparece en varios de mis libros que no están relacionados porque ese personaje carga una magia universal y ella está conmigo en todo. Además de su rol importantísimo en el cosmos, Mrs. Fawn no se limita a ese tipo de magia, ya que siempre tiene un pedazo de bizcocho de limón listo para brindarle a alguien en su camino, para endulzarle la vida y traerle una sonrisa con cada bocado.
Como mencioné arriba, era testigo del proceso entero de la creación de un bizcocho de Marietta. Desde la mezcla ya sabía que iba a quedar en su punto, aunque también el semblante de esta, la delicadeza como pasaba la mezcla al molde y sus aromas encantadores que permeaban la casa entera mientras la magia se daba en el horno. Pero más allá de la receta, había algo que no podía faltar y que se incluía en cada bizcocho y que siempre hubo en sobreabundancia de su parte: amor.
Hoy hubiesen sido 76 y aunque brindamos por ti hoy, la realidad es que cada vez que levanto una copa, tu nombre está ahí y lo llevo tatuado en el alma. Con mis cuentos, sigo el legado de los bizcochos porque aunque seré muchas cosas, parte de mí siempre será el muchacho de los bizcochos.
Gracias por acompañarnos hoy.
Dos abrazos, un pedacito de bizcocho de limón y Cheers Mama Estrada.
Cheers Mama Estrada! Gracias por endulzar nuestras vidas! Prima Alejandrina 😀
ReplyDeleteCheers Mama Estrada! Gracias por endulzar nuestras vidas. Prima Alejandrina.
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